EL MÁGICO ABRAZO DE LA ANFISBENA
Estrategias visuales de Vargas y Pastorino
Alex Schlenker
Experimentador visual / Investigador
La Anfisbena es serpiente con dos
cabezas, la una en su lugar y la otra en la cola; y con las dos puede morder, y
corre con ligereza, y sus ojos brillan como candelas.
Jorge Luís Borges
El Libro de los seres imaginarios
El
filósofo Vilém Flusser afirmaba que lo fotográfico sólo podía ser
entendido como un acto de magia. El gesto que, desde una dialéctica
máquina/humano (cámara/fotógrafo), detiene el instante para lo posteridad, es
al mismo tiempo un acto condensador que inscribe mágicamente (creemos entender
un proceso que sólo es comprensible como algo mágico) en la superficie
significativa de la fotografía la visualidad del momento y tiempo que lo
atraviesan. A través del cuerpo, de su comprensión afectiva y racional del
mundo que habita, el fotógrafo, más allá de congelar el instante, “traduce
hechos a situaciones; sustituyendo con escenas los hechos”[1]. Así el
mago-fotógrafo conjuga sus intenciones manifiestas sobre y con lo fotografiado.
El instante detenido del acontecimiento es entonces, y ante todo, una
porción de la realidad tiempo-espacio que, como huella, nos abre posibilidades
para preguntar desde el presente. Dubois recuerda que “la imagen-acto
fotográfico interrumpe, detiene, fija, inmoviliza, separa, despega la duración
no captando más que un solo instante. […] de la misma manera, fracciona,
descuenta, extrae, aísla, capta, recorta un trozo de extensión”.[2] Lo
fotográfico genera una huella del mundo que es apenas una “una tajada
única y singular de espacio-tiempo” un fragmento cortado del real
acontecimiento transcurrido.
La
imagen fotográfica deviene en evidencia de aquello insinuado por la palabra,
puesto que nos habla de “algo que conocemos de
oídas pero de lo cual dudamos [y que] parece irrefutable cuando nos lo muestran
en una fotografía.”[3] Los actos fotográficos reconstruyen una porción
-jamás la totalidad- de la vivencia de ese yo que mira el mundo. A
a través de pequeños fragmentos que la mirada exuda, las imágenes de todo
tamaño, color, textura, formato y resolución invocan de nuevo a la vida
detenida momentáneamente. Aquello que el fotógrafo captó/creó se vuelve
significativo y potencial para quienes miramos lo mirado; no solo por la magia
que se desprende de un instante detenido para la eternidad, sino por las
distintas estrategias que el autor fotográfico desarrolló para la creación
visual. El fotógrafo contemporáneo ya no intenta atrapar un exótico mundo jamás
visto, sino registrar su propia existencia y los modos con los que franqueó y
finalmente habitó este territorio que lo lo invoca, lo engulle, lo traspasa.
Este
estar [fotográfico] en el mundo se vuelve frágil, único irrepetible; en
palabras de Vilém Flusser un acto de magia que se desprende de una única
y compleja relación entre el momento y el terreno de la captura. Un
conjuro en el que todo se repite ad infinitum en cada visita que
le hacemos. Este mágico acto de lo fotográfico permite que un tiempo-espacio
determinado pueda retornar a nosotros cada vez que posamos nuestra mirada sobre
las superficies significativas de lo bidimensional e invocamos aquel
espacio-tiempo entretejiendo la mirada del fotógrafo con la nuestra. Una y otra
vez. Una estrategia que, aunque sea por un breve instante, nos permite jugar
con el deseo de eternidad que nos atraviesa a todos a través de la imagen
producida; ese juego mágico se hace presente en las imágenes de Gonzalo Vargas
y Esteban Pastorino, no solamente por la sensaciones que evocan, sino por las
estrategias que desplegaron en el terreno para obtener sus fotografías.
Más
allá de las imágenes creadas está el encuentro mismo entre Gonzalo y Esteban;
el uno conoce/cree conocer el Ecuador y el otro desconoce/cree desconocer este
territorio visualmente virgen. La dupla de creadores, el uno ecuatoriano, el
otro argentino, genera modos específicos para el hacer visual: los aparentes
opuestos se vuelven complementos, la extrañeza se disuelve en convivencia y lo
individual se torna en fuerza dual que da vida a la anfisbena, un
monstruo de dos cabezas y cuatro ojos que a su paso por el mundo lo devora
todo. Según Borges, el nombre anfisbena se aplica a una criatura que comúnmente
se conoce por "doble andadora", por "serpiente de dos
cabezas" y por "madre de las hormigas"; así el territorio
desconocido se vuelve propio -siempre a pie como buenos fotógrafos- y el suelo
andado base de las dos miradas que se conjugan.
La
estrategia desarrollada por la dupla Vargas-Pastorino no se limitó al capítulo
de Ecuador, sino que se extendió un año más tarde a un recorrido que
emprendieron juntos por distintas regiones de España. Si la primera experiencia
desplegada sobre el terreno ecuatoriano enunció la posibilidad de un trabajo
conjunto, las fotografías surgidas en territorio español confirmaban la
potencia poética y política de la anfisbena. El terreno sometido como lienzo de
unas esencias personales que se despliegan en su máxima amplitud. Las imágenes
creadas en estas convivencias son testimonios de una travesía acompañada por el
territorio; un hacer visual que [aún] opera frente a lo real y que encierra
como única verdad la certeza que los fotógrafos estuvieron ahí, frente a
aquello que registraron. Un encuentro íntimo con el mundo a ser exorcizado
devolviéndole una representación semejante, jamás idéntica. El resultado es
está hipnótica serie que invita a reconstruir lo mirado/vivido por esta
anfisbena de lo visual la cual, acorde a su naturaleza bicéfala, avanza en dos
direcciones que no se excluyen, sino complementan; huella de un quehacer que
trasciende la mera toma fotográfica y se extiende hacia formas
auto-curatoriales en las que ambos autores discutieron, editaron y montaron lo
creado. Los fotógrafos, al tiempo que re-descubren los lugares transitados,
generan nuevas sensibilidades con su propio yo.
Cuando
Charles H. Caffin aclara que existen “dos caminos distintos en la fotografía:
el utilitario y el estético, la meta del uno es un registro de hechos y la del
otro una expresión de la belleza”[4], omite precisar que tales caminos, aunque
distintos, no son excluyentes: la naturaleza del fotógrafo se escinde
permanentemente entre la del testigo y la del autor (estético). La realidad que
miraron Vargas y Pastorino, las dos cabezas de la anfisbena, ya no será la
realidad reescrita en porciones en la superficie de la imagen, esculpida desde
la subjetividad de su creador, pues en palabras de Caffin, “el fotógrafo
siempre trabaja a cuchillo pasando en cada enfoque en cada toma, en cada
maniobra el mundo que lo rodea por el filo de su navaja”[5]. Gonzalo Vargas y
Esteban Pastorino consolidan así una estrategia precisa y certera; justa como
el abrazo mismo de la anfisbena, de la que se dice que, si la cortan en dos
pedazos, éstos se juntan.
[1] Vilem Flusser, Hacia
una Filosofía de la Fotografía, p. 14.
[2] Phillipe Dubois, El
acto fotográfico y otros ensayos. Argentina, La Marca Editora, 2008, p. 147.
[3] Susan Sontag, “En la
Caverna platónica” en Sobre la Fotografía, España, Edhasa, 1996,
p.15.
[4] Charles H. Caffin,
“la fotografía como una de las bellas artes”, en Joan Fontcuberta, estética
fotográfica, Gustavo gili, Barcelona, 2003 p.92
[5] Charles H. Caffin,
“la fotografía como una de las bellas artes”, p.92
Registro fotográfico de la muestra:
Acerca de los artistas:
-----------------
ESTEBAN PASTORINO DÍAZ
Buenos Aires, Argentina, 1972
Estudio ingeniería mecánica en la Universidad de Buenos Aires, Realizó residencias en la Rijksakademie van Beeldende Kunsten, Ámsterdam y en Casa de Velázquez, Madrid entre otras. Participó del programa MAP Pépinières européennes pour jeunes artistas. Recibió el premio del fotógrafo del año 2001 (AACA), premio Leonardo a la Fotografía (MNBA), beca Fundación Antorchas y UNESCO (2005). Ha expuesto en forma individual distintos países de América y Europa. Sus obras se encuentran en las colecciones del Museum of Fine Arts, Houston; El Museo del Barrio. New York; Kiyosato Museum of Photographic Arts,Japon; Museun of Fine Arts, Boston; Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires; Museo de Arte Moderno de Buenos Aires; entre otras.
GONZALO VARGAS M.
Quito, Ecuador, 1976
Artista visual, gestor cultural y docente. Es co-editor y miembro de www.laselecta.org, revista en línea sobre arte contemporáneo ecuatoriano y cultura urbana. Es docente de la carrera de Artes Visuales de la FADA, Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Ha realizado estudios en fotografía en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires. Posee un postgrado en aplicación de nuevas tecnologías en instalaciones multimedia por el IUNA, Buenos Aires, Argentina. Además ha presentado su obra en varias muestras individuales y colectivas dentro y fuera del país. Por más información visite el portafolio en línea del artista.
www.pixelmono.com
--------------
Notas de prensa:
Cero Postales muestra la realidad en fotografías, diario El Tiempo, publicado el 24-10-13
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-cuenca/131525-cero-postales-muestra-la-realidad-en-fotografa-as/
Muestra fotográfica retrata el rostro oculto de ciudades, diario El Mercurio, publicado el 24-10-13
http://www.elmercurio.com.ec/403119-muestra-fotografica-capta-los-rostros-ocultos-de-ciudades/
--------------
Notas de prensa:
Cero Postales muestra la realidad en fotografías, diario El Tiempo, publicado el 24-10-13
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-cuenca/131525-cero-postales-muestra-la-realidad-en-fotografa-as/
Muestra fotográfica retrata el rostro oculto de ciudades, diario El Mercurio, publicado el 24-10-13
http://www.elmercurio.com.ec/403119-muestra-fotografica-capta-los-rostros-ocultos-de-ciudades/
No hay comentarios:
Publicar un comentario