domingo, 26 de mayo de 2013

En valija / Estefanía Peñafiel (abril 2013)


…”en valija” es un guiño de ojo evidente a -la boîte en valise – de Duchamp, a partir del cual me planteo abordar la muestra desde varias perspectivas : por un lado, la exposición como “muestrario” de obras o “momentos” de un proyecto, todos posibles de llevar en una valija (alusión también a una economía de medios con la que suelo trabajar); por otro lado, abordar la idea de desplazamiento, del mío propio así como de la mirada y del migrar de las obras de un contexto a otro.
La muestra presentará una selección de trabajos o, más precisamente, de “momentos” o “segmentos” de obras que habían sido creadas en distintos y tiempos y exhibidas en otros lugares.
Cuenta regresiva. 2005-2013, acción, archivo de lecturas, video, sonido.
(lecturas invertidas de las Constituciones políticas del Ecuador)
sin título (Figurantes). Proyecto en curso iniciado en 2009.
Archivo, frascos de vidrio, goma de borrar, periódicos.
Cartografías. 1. La crisis de la dimensión. 2010, video, 18 min.
(a partir de Ecuador, de Henri Micheux)
sin título (La crisis de la dimensión). 2010, fotografías.
Poética de la desaparición

La obra de Estefanía Peñafiel Loaiza trabaja sobre la visibilidad y el índice, a través de gestos como la yuxtaposición, el borramiento y la repetición. Cuando trato de describir el gesto que recorre esta obra imagino una experiencia cinematográfica, la de entrar en una sala oscura donde la luz de proyección se prende y se apaga, dejándonos ver sólo algunas secuencias yuxtapuestas de las que queda una huella evanescente en nuestras retinas. Es una invitación a “hacer tiempo”.
Para dar cuenta de ese gesto me voy a concentrar en tres temas/obras: cuenta regresiva (2005-2013), sin título/figurantes (iniciada en 2009), no vacancy (2011),  y la idea del viaje que importa las series una cierta idea del paraísoespejismos y cartografías.
El gesto que opera en cuenta regresiva –lectura performática y en reversa de las constituciones políticas ecuatorianas en toda su historia republicana, busca la dimensión singular (el tono de voz) en lo universal (el principio, la ley). La artista lee en voz alta las constituciones no en una operación comunicativa sino en un gesto indicial. Al hacerlo rememora no tanto la relación entre esos dos términos (singular y universal) sino que produce un tercer término referente al cambio, a la transformación, al movimiento (la dimensión constituyente e instituyente). Durante su última lectura en Ecuador delante del edificio del Congreso, una ráfaga de viento produjo un violento sacudón de puertas y un remolino de polvo, mientras la artista leía los artículos de La Carta Liberal (Constitución de 1906), relativo a “las atribuciones y deberes del Poder Ejecutivo”,  justo en el segmento correspondiente al siguiente artículo: “El Congreso dictará su resolución aprobando el procedimiento del Gobierno, o, declarando su responsabilidad”. De este modo, el movimiento atmosférico quedó registrado, produciendo un nuevo índice, abriendo la obra a una nueva lectura y escritura.
La aparición de los figurantes es posible por la intervención de la artista sobre la materia impresa de los diarios: cuando la artista borra a la persona que aparece en la fotografía reproducida en blanco y negro en el diario, queda un pequeño residuo, unos rollitos negros hechos de papel, tinta y borrador. Ese vestigio particulariza la operación, es único, transforma lo masivo y homogéneo (el medio de masas) en una acción singular. El residuo es conservado en un frasco. Cada frasco recibe un número y se coloca junto a otro igual. El ciclo de la estandarización recomienza, sólo que esta vez, a través de la imagen que representa el gesto (recipientes llenos de falsas pieles producidas por una labor manual), y de la ausencia marcada e indexada en aquello que parece irreversible o icónico (las imágenes mediáticas). Así, su trabajo aparece como una mezcla sutil de imágenes ambiguas y gestos controlados que producen una escritura que al leerla o al reconocerla, nos revela como parte de una comunidad borrada, pero una comunidad que no había sido enunciada como tal, al menos hasta ese momento. Al suprimir cada uno de esos cuerpos, la artista nos hace pensar en la singularidad de la persona a la que corresponde a ese borramiento, evidenciado el carácter de impronta de toda existencia, y el carácter arqueológico del gesto artístico.
Cuando he podido acercarme al trabajo de taller de la artista, he visto algunos residuos de figurantes que buscan su sentido en el espacio. He visto fragmentos de cuerpos, manos, pieles, recortados de diarios, que por sus posturas o texturas resultan intrigantes e indiciales. Figurants en francés nombra a los “extras”  del cine o del teatro. Son los personajes anónimos que rellenan la escena para que sea verosímil, es decir para que parezca la realidad filmada y no la realidad creada o construida. A plena luz del día, Peñafiel Loaiza crea escenografías mínimas para historias de manos fotografiadas, reproducidas y apenas perceptibles, cuya presencia velada-revelada resulta más cierta que cualquier presencia física, así como la piel sintética y clasificada de los figurantes borrados remite a una inminente dialéctica del contacto. De igual modo, las huellas de luz de los cuerpos de los obreros permanecen en una suerte de no vacancy, como fantasmas, mostrando el carácter biopolítico que relaciona espacio, tiempo y cuerpo de trabajo.
Finalmente, quisiera mencionar el viaje geopolítico que la artista propone con su obra. Es un viaje por una escritura fragmentaria que permite reflexionar sobre la existencia marginal de la historia y la memoria. El chocolate y Guamán Poma de Ayala; la reescritura del texto de Michaux sobre el Ecuador; la Cannibalia, el Caribe y las líneas de horizonte, son temas que reinciden sobre la representación exotista del mundo andino y americano para proponer su actualidad geopolítica desde una maniobra crítica, que condiciona y formula por su capacidad de destituir el mapamundi y el barroco, y de reescribir por fuera del registro científico unas nuevas historias a las que la artista imprime una distancia analítica y un tempo diferente.

Ana Rodríguez
Quito, marzo de 2013
Espejismo(s). 2. línea imaginaria (ecuador). 2005,
intervención in situ, goma de borrar sobre muro, dimensiones variables.
Déclaration de flamme. 2011, pólvora, carbón, papel (75 x 110 cm)
(según Chambre d'hotel de Mahmoud Darwish, 1986).
Déclaration de flamme
(detalle)
La visibilidad es una trampa
(detalle)
La visibilidad es una trampa. 2012, papel, impresión en Braille
(extracto de Vigilar y Castigar de Michel Foucault).

La imagen que falta

Me gusta decir que la primera vez que vi una obra de Estefanía Peñafiel Loaiza, en realidad no la vi. O, de hecho, apenas pude ver (y con gran dificultad) su vestigio: una traza de borrador sobre un largo muro blanco, la inscripción –en la neutralidad de un centro de arte parisino– de una línea imaginaria como la que da nombre al país de la artista, ejemplo magistral de la capacidad de la artista para hacer que los signos y los significados surjan con una economía de medios y una lógica de la aparición y la desaparición que atraviesan toda su obra.
Y es que, eludiendo en la mayoría de casos la trampa de la visibilidad, Peñafiel Loaiza nos esconde lo que nos muestra, construyendo una imposibilidad de ver que viene a cuestionar el estatuto de la imagen misma: imágenes de inmuebles en llamas presentados bajo una luz roja que los oculta (cherchant une lumièregarde une fumée, 2007), o bien una fotografía tomada por un Sonderkommando de Auschwitz expuesta bajo una luz tan intensa que no nos permite distinguir nada (fiat lux, 2004)… Hablamos de negaciones, de escamoteos, de aboliciones que devuelven las imágenes de la historia a sus sedimentos aún más trágicamente visibles. Pues es siempre de la historia que trata su obra: de revueltas y de genocidios, de guerras y cataclismos, de guillotinas y armas atómicas.
La artista construye así un trabajo sobre lo visible y lo indecible, lo nombrable y lo invisible, basado en la persistencia memorial de lo que nos ha sido dado a ver. Una de sus piezas más reveladoras (no vacancy, 2011) integra una pantalla fotosensible en la que las imágenes que vienen de desaparecer quedan impregnadas, reteniendo las huellas fugaces de una presencia humana: un obrero trabajando sobre un andamio en Beirut, un hombre cualquiera en una ciudad expuesta a todo tipo de desapariciones.
Peñafiel Loaiza retoma así la historia de la gente ordinaria, sin grado, sin nombre, de aquellos que están siempre en el segundo plano, de los figurantes. Cada día, la artista retira con un borrador los cuerpos y rostros de estos seres anónimos, los retira de la publicación, de la historia oficial, y nos los restituye bajo la forma de migajas y vestigios de un borrador en pequeños frascos que devienen a la vez una suerte de féretros de vidrio y de memoriales del figurante desconocido (sin título / figurantes, obra en proceso iniciada en 2009). Estas desapariciones, estas substracciones, estas construcciones de lo invisible se afirman como proyecciones de la ausencia, como latencias.
Cuando escribe, ya sea un slogan de los indignados griegos que la artista reproduce sobre las hojas de un árbol que eventualmente caerán (viento del este, 2011); un poema del heraldo palestino Mahmoud Darwish inscrito con pólvora o carbón sobre papel, sin fijador (déclaration de flamme, 2011) – palabras que el viento o el movimiento dispersarán como ha sido dispersado el pueblo de Darwish –; son voces de la historia impregnadas sobre vidrios, palabras que desaparecerán con el tiempo, la lluvia o el viento: ecos del genocidio armenio o recuerdos del Mayo francés (serie espejismo(s) 3). En una biblioteca, Peñafiel Loaiza inserta entre las páginas de libros diversos una pequeña hoja en la que se leen citas acerca del viaje y el desplazamiento –citas que un lector ordinario descubrirá tal vez un día con sorpresa, y que colocará a su vez en otro volumen, o que quedarán quizás por siempre huérfanas, abandonadas en un libro olvidado por todos (prière d’insérer, 2011-2012).
Podemos así mismo ver a la artista borrar palabra tras palabra el texto que Henri Michaux escribiera con ocasión de su viaje al Ecuador, en una tentativa probablemente vana de conciliar sus orígenes con su exilio (su serie de cartografías, iniciada en 2008), como es también el caso de sus lecturas al revés de las dieciocho constituciones de su país (cuenta regresiva, 2005-2013). Desorientado, incapaz de leer o de comprender, el espectador no puede sino confrontarse a la desaparición, constatar que los sentidos se le escapan, constreñirse a ir más allá de lo visible.
En Peñafiel Loaiza lo visible aparece pero lo real se mantiene invisible. Esta capacidad a poner patas arriba el punto de vista, de desestabilizar la manera en que el espectador cree relacionarse con la imagen, es eminentemente perturbadora: Peñafiel Loaiza no muestra imágenes, sino que revela signos. El dogma de la revelación se encarna aquí en el proceso fotográfico de la aparición de la imagen: ¿qué es una imagen, y qué es lo que la imagen no nos dice? ¿Qué huellas, qué marcas imperceptibles deja la historia grabadas en la arcilla de nuestra memoria?
¿Y qué rastros dejan los migrantes, inmigrados y emigrados, los exilados, los refugiados, los expatriados, los nómadas peripatéticos, aquellos que están divididos entre dos países, entre dos culturas, que ya no son de allá ni todavía de aquí, que están siempre de viaje, real o memorial, y que más que desenraizados, tiran sus raíces por doquiera que se instalan?
La artista vive entre dos países, el de su infancia y el de su vida adulta, el primero periférico, fantasmado y por largo tiempo colonizado, y el otro central, orgulloso y nostálgico; uno que se reconoce mestizo y plural, y otro que se quiere cartesiano y centralizador. Peñafiel Loaiza navega incesantemente entre sus dos culturas: físicamente, mentalmente, oníricamente quizás, como también lo hace entre sus dos lenguas. En su lengua de adopción, su ligero acento no es una debilidad, sino por el contrario –como sucede con tantos inmigrados – una marca sutil de la reticencia a escoger tajantemente, a abandonar una cosa por otra, a definirse de manera binaria: su acento define un espacio cuya fuerza reside en ser a la vez más que una sola persona pero no verdaderamente dos.
Peñafiel Loaiza viaja entre sus dos países, y como hacen los verdaderos viajantes, lleva poco equipaje, se carga de escasos bienes, no se estorba con abundantes posesiones terrenas. Va con su vademécum de París a Quito y de retorno, su hato de peregrino, su valija en cartón de migrante[1], y todo lo que podemos ver en esta exposición sale de su valija. No es la Boîte-en-valise de Marcel Duchamp, que este prestidigitador de exposiciones llenaba con reproducciones y miniaturas para recrear en ella un museo móvil, inestable e incierto. No es el misterioso paño de cuero, único equipaje que Walter Benjamin cargaba consigo del lado de Port-Bou un 25 de septiembre de 1940, con el que envolvía un “manuscrito más importante que su propia vida”, que desapareció para siempre. No es tampoco la valija mexicana de Robert Capa, cuyas fotografías de España reaparecieron milagrosamente cuarenta y ocho años más tarde, como señales de otro mundo. No es, pues, ni la reinvención de un museo, ni un misterio para siempre insondable, ni un destello del pasado lo que carga la valija de la artista. La exposición es su valija, y la valija es la exposición. Más que un contenedor de obras ponderables expedido desde Francia al Ecuador, obras congeladas allá y reanimadas aquí tras un largo y costoso viaje. Estefanía Peñafiel Loaiza ha preferido sacar de su valija obras de peso ligero y de pensamiento denso. Es esa también, su propia marca.

Marc Lenot
París, marzo de 2013


[1] Linda de Suza, La Valise en carton,1984.
Del rigor en la ciencia. 2011, atlas del siglo XIX seccionado en el ecuador
(según El mundo en el tiempo de los surrealistas, 1929).
Errances. 2012, video, 34' 26''


Sala Proceso - Inauguración: abril 4 de 2013
Fecha de cierre: mayo 10 de 2013








Notas de prensa:


"Estefanía Peñafiel Loaiza: una cartografía para la ausencia" - Diario El Telégrafo, abril de 2013. Texto de José Luis Corazón.
http://www.telegrafo.com.ec/cultura/carton-piedra/item/estefania-penafiel-loaiza-una-cartografia-para-la-ausencia.html

"Artista trae "En Valija" lo mejor de su obra" - Diario El Mercurio, abril 5 de 2013.
http://www.elmercurio.com.ec/375757-artista-trae-en-valija-lo-mejor-de-sus-obras.html

viernes, 24 de mayo de 2013

Pangaea (marzo 2013)



Del griego antiguo pan »todo« y gaia »tierra« Pangaea es el nombre del supercontinente que hace millones de años aglutinaba a toda la tierra, antes de separarse en los continentes actuales. Uno de los primeros científicos en describir la similitud de las costas opuestas de América del Sur y del África fue Alexander von Humboldt, quien viajó extensamente por nuestro continente en el primer viaje dedicado exclusivamente a la exploración científica.

Los viajes de Humboldt constituyen un punto de partida central para el intercambio artístico que han llevado a cabo las artistas Lucía Falconí (Quito, Ecuador) y Monika Humm (Múnich, Alemania), promoviendo viajes de investigación artística, producción y exposición entre cuatro artistas de Alemania (Isabel Haase, Ralph Kistler, Wolfgang Stehle y Monika Humm) y cuatro de Ecuador (Juana Córdova, Nicolás Kingman, Fabiano Kueva y Lucía Falconí), bajo el sugestivo nombre de Pangaea.

En el marco del proyecto de intercambio cultural y viaje de investigación artística, Pangaea incorpora a Cuenca -o también a la inversa, Proceso invita a Pangaea, a hacer una parada de viaje con presentación de portafolios de los artistas y esta exposición, variada no sólo por los diferentes medios usados -pintura, objeto, fotografía, dibujo, escultura y video- sino también por su implementación temática. Conceptos como »naturaleza« y »paisaje«, gravitan en los trabajos aquí presentes y denotan una compleja relación entre una civilización que quiere domesticar y una naturaleza que se resiste.


Isabel Hasse / Ciao, you know where to find me
Lucía Falconí / Hab dich gefunden /Blute
Monika Humm / Going on 69
Ralph Kistler / Social netwalks
Nicolás Kingman, s/t
Juana Córdova / Corriente blanca
Wolfgang Stehle / BlackSteel

Sala Proceso - Inauguración: marzo 8 de 2013
Fecha de cierre: marzo 28 de 2013


Notas de prensa:

"El arte de Pangaea una a ciencia y naturaleza" - Diario El Tiempo, marzo 9 de 2013
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-cuenca/117297-el-arte-de-pangaea-une-a-ciencia-y-naturaleza/

"Pangea: arte contemporáneo de Alemania y Ecuador" - Diario El Mercurio, marzo 8 de 2013
http://www.elmercurio.com.ec/371865-pangea-arte-contemporaneo-de-alemania-y-ecuador.html


martes, 21 de mayo de 2013

RES PUBLICAE / Curaduría de Jose Luis Corazón (febrero 2013)


RES PUBLICAE. Intervenciones del capitalismo en el videoarte español actual
José Luis Corazón Ardura
Invocar la res publicae a través de una exposición de videoarte significa mostrar algunos espacios donde el dominio del capital en el mercado, en el mismo centro de las ciudades actuales, está presente de una manera desapercibida. El logos del arte, a pesar de su conexión con la realidad crítica que vivimos, no permanece ajeno a estas intervenciones del capitalismo.
El carácter de lo público deviene entonces expectación, reforzando sus pasos hacia el extrañamiento constante del espectador que, como público, deviene entonces ciudadano. Esa interpretación e intervención del capitalismo a través del espacio del arte, nos convoca a crear espacios de discusión y elección críticos. Precisamente, una hipotecada idea sobre el arte parece querer desvincular a las artes del espacio de la política, cuando lo que viene a mostrarse es todo lo contrario, precisamente porque el espacio efectivo del arte no es, sino políticamente, la comunidad. A pesar de que se comprenda que el arte sólo habla de sí misma, también es cierto que es arte porque aparece en la polis. Y si el capitalismo es la realidad global de una minoría, la res publicae es cuestión de gobierno democrático.
La diferencia más notable es considerar qué cosas pertenecen al ámbito de lo público y cuáles a lo privado. Ahí deviene el arte y su acción, pero, ¿podemos considerar que la creación posea un espacio propio desligado de su configuración simbólica ante la realidad? ¿Quiere decir que el arte no supone también una crítica de lo que ocurre en la polis? Saber si el arte tiene lugares propios de acción en la sociedad o si tiene alguna función fuera de conceptos vinculados un arte descomprometido, señala hacia otras maneras de entender la creación contemporánea desde una reflexión crítica capaz de mostrar la relevancia que posee como herramienta que favorezca nuevas interpretaciones de la realidad.



Sala Proceso - Inauguración: febrero 6 de 2013
Fecha de cierre: marzo 1 de 2013

PSJM / Corporate armies
Rubén Santiago / Shangay express
Chus García-Fraile / Running
Josechu Dávila / Proyecto para difundir el mensaje de una mujer anónima
Pelayo Varela / Fake
Avelino Sala / Capitalismo líquido
Democracia / No os dejéis consolar
Notas de prensa:

"Artistas y colectivos españoles critican el capitalismo" - Diario El Comercio, febrero 15 de 2013
http://www.elcomercio.com/cultura/Cuenca-arte-capitalismo_0_866313389.html

"Videoarte español enfoca influencia del capitalismo" - Diario El Mercurio, febrero 6 de 2013
http://www.elmercurio.com.ec/367946-videoarte-espanol-enfoca-influencias-del-capitalismo.html

Red / Janneth Méndez (Enero 2013)


La Red y su presa

Cuando alguien se corta el pelo corta al mismo tiempo la oscuridad, los hilos de la sombra.
RAFAEL COURTOISIE

Ya sea cuando elabora constelaciones o figuras geométricas de raigambre minimalista (líneas, círculos, espirales), o bien cuando forja sus vastas y espléndidas tramas de cabellos, Janneth Méndez opera como las arañas cuando tejen sus telas, esto es, urde una malla para cercar a su presa, y esa presa no es otra que la muerte. La finalidad alimenticia que impulsa la labor de la araña, en Méndez se convierte en un hecho no menos capital: sus tramas son una trampa contra la muerte, una manera de capturarla para conjurarla y trascenderla; una estrategia de sobrevivencia.
 De un punto a otro del espacio plástico o museográfico, con frecuencia Méndez no hace otra cosa que procurar un nuevo, secreto lazo umbilical, tender puentes que le permitan una reconexión simbólica con el cuerpo materno ausente; sostener, en definitiva, un vínculo y diálogo imaginarios con el fantasma de la madre. Pero se trata siempre de un viaje de ida y vuelta: en su obra todo retorno al espectro fundante –a la matriz–, cada reterritorialización importa también una desterritorialización, la liberación de ese espectro. Confeccionada a lo largo de dos años en croché, a semejanza de una gigantesca telaraña, de una intricada mandala, su laboriosa y primorosa Red no escapa a este diseño, a este designio. Estructura trasparente y ambivalente, concentra luz porque libera sombras.
Un ilustre linaje mitológico y cultural enlaza la labor del tejido y el cabello con la idea de la muerte. Las Moiras (las Parcas en latín) eran un trío de hilanderas que tejían a su antojo el destino de los hombres, y una de ellas, Átropo (la Inexorable), llevaba las funestas tijeras que cortaban ese hilo en el momento que consideraba oportuno. Durante tres años, lo que teje Penélope cada día para destejer en las noches es ni más ni menos que una mortaja para el anciano Laertes; de modo que si por un lado aplazaba la decisión de elegir entre los pretendientes que habían invadido el palacio de Odiseo, por otro, deshacer la mortaja suponía una negación implícita de la muerte. Más cercanos de nosotros, y más conocidos, son los episodios de María –la popular novela de Jorge Isaacs– donde la joven protagonista conserva en un “guardapelo” retazos del cabello de su amado Efraín y de su madre difunta, y en víspera de su temprano deceso solicita que una vez que éste se cumpla, le corten un mechón de su hermosa cabellera para que se lo entreguen a Efraín, quien se halla ausente. Esos retazos de pelo, preservados y adorados como fetiches, ofrendas o exvotos salvan la memoria de lo perdido, nombran metafóricamente una carencia, una ausencia, y en última  instancia lo innombrable. Así, en un perpetuo juego de alusión y elusión de la muerte, los textos plásticos de Méndez –esculturas capilares– emiten signos vitales, amorosos y eróticos, son los fragmentos de un discurso afectivo, una larga oración (en sentido gramatical y religioso) siempre recomenzada, un espacio propicio a la meditación como un mantra hecho con un reducido número de sílabas y palabras, los poderosos significantes (pelos y fluidos orgánicos) con los que ha construido y acotado su mundo.

  
Cristóbal Zapata




Sala Proceso - Inauguración: enero 17 de 2013
Fecha de cierre: febrero 4 de 2013





Notas de prensa:

"Janneth Méndez crea una obra con cabellos" - Diario El Tiempo, enero 16 de 2013